David Arellano, fundador y primer capitán de Colo-Colo
No era él quien había
creado esa pirueta, pero nadie la dibujaba mejor. Liviano y de frágil
contextura, el chileno David Arellano se acostaba en el aire, de espalda al
arco, y voleaba hacia atrás por encima de su alma. Se identificó tanto con este
gesto que todos creían que lo había inventado, aunque en el Torneo Sudamericano
de 1916 la prensa argentina ya lo había bautizado como 'chilena' después de
vérselo a Ramón Unzaga.
Había nacido en Santiago,
en julio de 1902, y desde niño se enamoró de la pelota. Tanto que en la Escuela
Normal ya era irremplazable en el equipo. Enrique Abello era inspector de la
Escuela e integraba la selección chilena, y lo llevó a Magallanes, su club.
Su carrera fue
ascendente. En 1919, con 17 años, Arellano debutó con Magallanes. Era un
pequeño insider izquierdo, lo que décadas después sería conocido como el '10'.
En 1924 le llegó la hora de debutar en el equipo nacional, donde ya jugaba su
hermano Francisco, y se destacó en el Campeonato Sud-americano disputado en
Montevideo. Chile perdió los tres partidos y quedó en último lugar: el único
gol de su país lo anotó David.
Además era profesor de
educación física, en una década donde la cultura deportiva se expandió por toda
Sudamérica. Era muy sencillo y respetuoso, parecía tímido. Pero era un
visionario; tenía sus ideas bien claras y cuando fue necesario mostró su carácter:
se puso al frente de los reclamos de los futbolistas de Magallanes, que
demandaban a la dirigencia varias medidas, como que los jugadores quedaran
exentos de pagar la cuota social del club, la mejora de las instalaciones que
incluyera un servicio de salud, y la provisión de indumentaria deportiva. La
prensa los llamó 'rebeldes', esas exigencias eran una osadía para la época.
David sabía de la
importancia del deporte, renunció a Magallanes y junto a sus hermanos y un
grupo de entusiastas decidió que la mejor manera de expandirlas prácticas
deportivas era fundar un nuevo club. Se reunieron en el bar Quita Penas de
Santiago y, dos semanas después, el 19 de abril de 1925 dieron nacimiento a
Coló Coló. Ni sospechaban que, pronto, la flamante institución que honraba en
su nombre a un cacique mapuche se convertiría en sinónimo del fútbol chileno.
Siguiendo el espíritu pionero de Arellano, Coló Coló fue el primer equipo de
Chile que se aventuró en una gira que llegó a Europa: Ecuador, Cuba, México,
España, Portugal, Uruguay y Argentina fueron testigos en 1927 de la calidad del
equipo. Y fue David quien popularizó la 'chilena' en el Viejo Continente.
Ya en la Madre Patria, se
les recibió con asombro y admiración. Cada presentación despertaba más interés
y arrastraba multitudes. La Coruña, un paréntesis en Oporto y Lisboa, la capital
Madrid y el 1 de mayo ya estaban en Valladolid, para enfrentarse al Real Unión
Deportiva en el campo anexo a la Plaza de Toros. Ganan los visitantes por 6 a
2, con un gol y gran actuación de David. Hay revancha al día siguiente. Como
una postal de época, los colocolinos salen portando una bandera española;
Arellano, el capitán, encabeza la fila con un ramo de flores; luego posan con
el emblema chileno. La cordialidad se traslada al juego, pero enseguida los
locales se ponen 2-0 con goles de Barbachón y Pipi-Bombo. La reacción no tarda:
"como si recién despertase 'El Indio', empiezan a atacar con mayores
bríos, con más pujanza, con más fiereza. ¡Pero una fiereza limpia, caballerosa!
Fiereza del corazón", rescata la crónica de Raúl Ahumada.
Guillermo Subiabre
descuenta. Los chilenos quieren ganar y David se luce. Su hermano 'Pancho' tira
el centro, Arellano salta a cabecear y choca en el aire con David Hornia, el
centrehalf. David contra David. Una rodilla del español impacta en su vientre y
él cae exánime. Un murmullo helado atraviesa la cancha. Arellano yace pálido,
la camilla que entra, la ambulancia después, el silencio, el juego que se reanuda
11 contra 10, aunque tras el descanso
los chilenos completan su oncena... pero ya no piensan en el partido, que
finaliza con un triste 3 a 3.
Vuelven al Hotel
Inglaterra, donde David, su capitán, agoniza. En la noche, las palabras del
médico destrozaron el alma de la delegación: sólo se espera el final, de nada
valdría una operación, sería un milagro que se recupere de esa peritonitis
traumática. Las horas pasan. Valladolid amanece, pero no despierta. Porque no
durmió. Tampoco él, con los ojos entrecerrados y en un solo quejido, pese a los
calmantes. No hay consuelo, el compañero, el amigo se está yendo. Todos miran
el alba desde los ventanales del hotel, pero sus miradas no están allí; buscan,
sin encontrarlos, los picos de la cordillera en el horizonte, como si la patria
fuese una madre que los proteja del dolor. Arellano implora una operación que
lo salve. Dos de sus hermanos, también del club, buscan a otro médico.
El sol no salió. Llueve
en Valladolid. Arellano despierta y pregunta cuándo lo operan, el doctor
contesta con un silencio mortal. Lloran. Tratan de consolarlo, pero David pide
un sacerdote para confesarse. Y se va. Pasaron largos 85 años, pero en cada
grito de gol, en cada alegría por un nuevo campeonato, Coló Coló lleva sobre su
corazón el luto perpetuo en memoria del querido David Arellano.
Panenka
Panenka
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