Paco Bru, el pionero español en los mundiales.
Como todos sabéis, España debutó en los mundiales en 1934. Como la mayoría de selecciones Europeas, los españoles decidieron no viajar hasta un país tan lejano para la época como era Uruguay, para jugar el primer trofeo Jules Rimet. El viaje se tenía que hacer en barco y duraba varios días, esto junto con el hecho de que las selecciones debían pedir permiso a los clubs para llevarse a los jugadores, hizo que hasta que el mundial no llegó por primera vez a Europa, ( Italia'34) los españoles no lo disputaran. Solo Francia, Rumanía, Yugoslavia y Bélgica, zarparon en el mismo barco desde Barcelona hacia Uruguay.
Pero hubieron dos españoles que si que estuvieron en Uruguay'30, se trata de Juan Luque, y el que hoy recordaremos, Paco Bru. Lo hicieron como entrenadores, de México y Perú respectivamente.
En marzo de 1930 Bru se encontraba en La Habana, Cuba, cuando recibió un telegrama procedente de Lima con la propuesta de ser el seleccionador peruano en el Mundial. Pocos días después zarpó hacia Lima consciente de que sólo tendría 45 días para inventarse una selección. Todo un reto. Uno más para ese inquieto catalán.
Nacido en Madrid casi por casualidad, Bru era hijo de una familia de la burguesía barcelonesa. Uno de esos chicos que a inicios del siglo XX se sumó ciegamente al Boom de los deportes modernos con actitud de gentleman y bigote elegante. Con trabajo en el Ayuntamiento ya desde muy joven, Bru decidió complicarse una vida aparentemente solucionada con el fútbol. Después de coquetear con el Rurby y el atletismo (fue plusmarquista español de lanzamiento de disco), apostó su suerte a este deporte vistiendo los colores de tres clubes diferentes: el Internacional, del que fue fundador y donde vivió su bautismo balompédico junto a su hermano; el Espanyol y el Barça, con el que ganó la Copa de 1910.
Seis años más tarde, Bru arbitró la final de Copa que el Athletic de Pichichi le ganó al Madrid en el viejo campo de la calle Industria de Barcelona. Entonces ya había colgado las botas, dedicando su tiempo a la prensa deportiva (escribió en Mundo Deportivo), el arbitraje y el cargo de delegado en la Federación Catalana para el incipiente fútbol femenino. Bru fue famoso por anécdotas como esa semifinal de Copa entre el Madrid y el Barça en la que los jugadores azulgrana le pidieron que bajara al césped para ayudar, pues dos titulares habían perdido el tren dejándoles en inferioridad numérica. Bru bajó, jugó y luego escribió la crónica. O cuando, según cuenta la leyenda, arbitró por primera vez un partido con una pistola al cinto, para imponer su autoridad.
Su carisma lo llevó a ser elegido como primer seleccionador español de la historia para afrontar los Juegos Olímpicos de1920. Sí, esos en los que España ganó la medalla de plata. Para añadir mística a su figura, Bru también estuvo presente en la inauguración del estadio Centenario de Montevideo.
Bru llegó a ese mundial dando saltos por América. En 1926 visitó Cuba durante una gira del Espanyol, equipo del que era entrenador, recibiendo una oferta de la Federación cubana para que los ayudara a organizar su fútbol. Bru vivió en La Habana durante tres años, entrenando al Juventud Asturiana y asesorando a la Federación para facilitar su entrada en la FIFA. Fue en Cuba donde recibió la oferta de la selección peruana, país dónde era conocido pues lo visitó en esa gira de 1926 con el Espanyol, ganando los tres partidos que jugó.
Llegó a Lima con sólo cinco semanas para preparar el Mundial y organizó un partido amistoso para ver al máximo de jugadores. Después de una sola semana en Lima, seleccionó a sus muchachos y zarpó hacia Valparaíso, Chile. Cruzaron los Andes hacia Buenos Aires y de allí otro vapor los llevó a Montevideo. Enérgico y con don de gentes, Bru dejó un gran recuerdo al dar cierto orden a una selección alegre por naturaleza pero anárquica. Perú debutó con derrota 3-1 contra Rumanía y vivió su momento de gloria al perder sólo por 1-0 contra los anfitriones en el primer partido de la selección celeste en el Centenario. Con un poco más de suerte, Bru hubiera dejado a Uruguay sin victoria en su primer partido en un templo construido en pocos meses para que fuera sede del Mundial.
Finalizado el torneo, Bru volvió a Cuba y de allí a España, donde entrenó a equipos como el Madrid (con el que ganó las copas de 1934 y 1936), el Girona, el Málaga, el Zaragoza o el Granada. En 1965 falleció en Málaga, donde había fijado su residencia.
fuentes: Panenka
0 comentarios:
Publicar un comentario