lunes, 5 de mayo de 2014

Kim Shin-Wook, El rascacielos de Corea del Sur

De la misma forma que la Tower Infinity pretende emerger en el horizonte de Corea del Sur, Kim Shin-Wook lo hace en su fútbol nacional. No es necesario buscarle, sobresale por encima de compañeros, rivales, técnicos y aficionados. Por mucho que trate de pasar desapercibido, ni él ni sus goles resultan invisibles. De ahí que se haya convertido en una de las atracciones para el próximo Mundial de Brasil.


Le llaman cariñosamente Wookie, ‘nuestro gigante’. No se parece a Chewbacca pero por su altura,1’96m, recuerda a los de aquella peculiar raza de ‘La Guerra de las Galaxias’. Más aún en un país donde predominan las complexiones compactas y la media se establece en el metro setenta. Kim Shin-Wook marca las diferencias. Su infancia no fue fácil. Era diferente. Un niño con aptitudes para encajar en un deporte como el baloncesto que solo usaba los pies para tocar el balón. Con frecuencia le preguntan si no se vio en la tesitura de probar con la pelota naranja. De hecho, en numerosos medios se ha llegado a afirmar que es capaz de realizar mates, a lo que él responde de manera tajante: “Nunca he jugado al baloncesto, lo juro. Ya sé que soy alto, pero eso no significa que sea un jugador de baloncesto”.

Kim jugaba para el equipo de fútbol de la Universidad de Chung-Ang cuando el Ulsan Hyundai decidió contratarle para la K-League en 2009. Tenía 20 años y no era consciente del futuro que le esperaba. Siempre se había entrenado para ocupar la posición de defensa central o centrocampista defensivo. Pero nada más aterrizar en el club su entrenador le vio la destreza suficiente para adelantarle en el campo. Se había convertido en el delantero centro del equipo. Le costó adaptarse a su nuevo rol pero siempre dejaba destellos de que poseía un sexto sentido para buscar el gol. De hecho, mejora cada año perfilándose como uno de los delanteros más prometedores del fútbol coreano. Ha sido nombrado jugador estrella de la K-League en diversas semanas y fue fundamental para que Ulsan Hyundai se proclamase campeón de la Liga de Campeones asiática en 2012. Sus seis goles anotados en los trece partidos que disputó fueron el mejor aval para conseguirlo.

Ahora ve cómo su sueño se hace realidad. Siempre ha proclamado que su único amor es el fútbol y en su corazón se considera un auténtico futbolista. No siempre fue así. Los más puristas le cuestionaron. El miedo a lo diferente y desconocido provoca rechazo. Conforme ha ido madurando ha sabido sacar el máximo rendimiento a su físico. Su envergadura no solo le lleva a disputar los balones aéreos con coraje, metiendo codos y asomando la cabeza para robarlos. Es la ley de la supervivencia. Servir a un equipo excesivamente defensivo que recurre al juego físico, incluso sucio, le obliga a aprovechar su pasado como defensor para cubrir las carencias del resto. Se encuentra solo arriba. La mayoría de los encuentros los disputa como único ariete, capacitado para bajar el balón y conservarlo para cederlo a un compañero o para finalizar él mismo la jugada.

Los números de Kim Shin-Wook hablan solos. No es de extrañar que haya despertado el interés de clubes como Everton, QPR o West Brom. Resulta llamativo que a pesar de que muchos compatriotas hayan recalado en ligas europeas y asiáticas, la verdadera estrella esté brillando en la liga doméstica. Además de ser una pieza clave para el Ulsan, ejerce un papel cada vez más importante en su selección. Ante tanto orden, rigor y táctica, Kim introduce el elemento revolucionario. Importante en el cuerpo a cuerpo e indispensable en los planes de Hong Myung-Bo desde que se hiciera cargo del equipo nacional en 2013 para reemplazar a Choi Kang-Hee. Su objetivo es mejorar la profundidad del ataque coreano.

Su incursión en la selección le ha llevado a sufrir algunos quebraderos de cabeza. Sus cerca de dos metros provocan que sus compañeros recurran a él mediante pases largos, en lugar de generar ocasiones sobre el césped. No solo es bueno de cabeza. Ha trabajado en los últimos meses para mejorar con los pies y convertirse en un jugador más completo capaz de ofrecer otros recursos alternativos al juego aéreo. Él mismo ha reconocido que a su llegada a Ulsan el técnico les ponía vídeos del Bayern de Múnich para que se familiarizaran con nuevas estrategias y perfeccionaran el juego asociativo.

A pesar de recibir premios individuales, como el MVP de la temporada gracias a sus 19 goles (11 con su pie derecho), lo que realmente le hace feliz es que su equipo gane. “No sé cuánto tiempo voy a estar jugando a este deporte, pero voy a tratar de no olvidar mis raíces, de dónde vengo. Espero llegar a ser un jugador que pueda contribuir al desarrollo de la liga y el deporte en su conjunto”.

Es perfeccionista y no ha dejado de trabajar hasta lograr el equilibrio en la agresividad de su juego. En su sexto año como jugador profesional es consciente de que su futuro no está en sus manos. A pesar de que vive uno de sus mejores años de su carrera, le penaliza que su reconocimiento se quede en la K-League, a diferencia de otros compatriotas conocidos a nivel internacional. Debe controlar ese nerviosismo que le hace pasar desapercibido por su insistencia en querer agradar cuando sale al campo. En Seúl vivirá su prueba de fuego. Ante Túnez, el 28 de mayo, se exprimirá para convencer a Hong y así tener un hueco en la lista definitiva.

La combinación de su altura, complexión atlética y habilidades le convierten en el diamante en bruto que puede brillar en el Mundial de Brasil. Kim lo tiene claro: “Mi sueño es anotar un gol en la Copa del Mundo. Para hacer realidad ese sueño, voy a hacerlo lo mejor posible en cada partido. Quiero que mi país se sienta orgulloso de mí”.



panenka

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