Análisis Mundial Rusia 2018





Llega otro mundial, y como no podía ser de otro modo, Futcoll vuelve a la carga con sus ya habituales colaboradores. En este video encontrarás todo lo que necesitas saber antes del Mundial y además, también encontraras la pregunta del concurso que tiene como premio el balón del mundial. ¡Participa y mucha suerte!



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Futcoll analiza el Mundial Brasil 2014





En Futcoll analizamos el mundial con los mejores expertos en fútbol internacional. Disfrutad!!

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El secreto suizo corre peligro

Si por algo ha destacado Suiza a lo largo de la historia, aparte de por su neutralidad en las guerras, ha sido por su multiculturalidad, una seña de identidad amenazada tras la decisión ciudadana de regular la inmigración masiva. Como el fútbol no está exento de la realidad política, nos preguntamos cómo sería la selección actual si esta medida se hubiera aplicado hace tiempo.

En Suiza se llevó a cabo un nuevo referéndum. Este ejercicio, que tanto describe a la sociedad helvética y la convierte en un ejemplo para muchos, no sería noticia si no fuera porque esta vez tuvo un resultado sorprendente. Al menos, así es a ojos de quienes no siguen la actualidad suiza con regularidad, ya que dentro del mismo territorio ya hace tiempo que tienen en tema de debate nacional el motivo por el cual se ha realizado este ejercicio democrático. Se consultaba sobre la entrada masiva de inmigración y se votó en contra de ella. Esto obliga ahora a una revisión de la constitución y una posterior regularización del número de personal extranjero que cruza la frontera suiza. A la cabeza de esta iniciativa –que a efectos prácticos resulta tan antieuropea como su propulsor- se erige Cristopher Blocher, líder del partido Unión Democrática de Centro que lleva años luchando para frenar este flujo. Una inmigración que representa el 23% de la sociedad suiza, números sustancialmente superiores a los de sus vecinos europeos y que ha servido a los impulsores del voto en contra de la libre circulación de personas para ponerse las manos a la cabeza en señal de alarma.

Pero es precisamente este porcentaje el que dibuja una realidad que se contradice con el resultado del referéndum. Diferentes economistas y sociólogos llevan tiempo advirtiendo que a Suiza no sólo no le ‘sobran’ los inmigrantes, sino que necesita de ellos para sostener su alabado modelo económico. A lo largo de las últimas décadas, los ciudadanos procedentes de otros países han constituido la estructura de su sociedad y han acabado siendo parte del motor financiero de un país que cuenta con ciertas ventajas fiscales, fruto de su posición respecto a la Unión Europea. Sin embargo, todo esto parece haber pasado inadvertido por el 50,3% de los votantes suizos, o al menos ha quedado eclipsado por otras cuestiones, según ellos, prioritarias.

El deporte suizo y más en concreto su selección nacional de fútbol, es una representación idónea de lo que es la sociedad helvética. El análisis de los miembros que la forman –esos que participaran en un Mundial por tercera vez consecutiva– da lugar a una radiografía perfecta de lo que es el secreto de la suma de fuerzas de la sociedad suiza. Sin ir más lejos, su seleccionador, Ottmar Hitzfeld, es un alemán que ha cruzado la frontera para dirigir de manera meritoria al conjunto desde el año 2008. Un jugador conocido en nuestro país como es Haris Seferović, creció en el seno de una familia de inmigrantes bosnios que emigraron a finales de los 80 de la entonces Yugoslavia. Suma y sigue. La principal estrella del conjunto rojo, Xherdan Shaquiri, actualmente en las filas del Bayern de Munich y la mayor sensación actual del equipo, nació en Kosovo hace 22 años y partió con sus padres y hermanos hacia Suiza con el comienzo del conflicto bélico que afectó a toda su generación. De hecho, si se hubieran aplicado medidas parecidas a las que votaron sus ciudadanos el pasado 9 de febrero, lo que hoy conocemos como la sexta selección del Ranking FIFA, no tendría nada que ver con la actual.

En la anterior fotografía tomada antes del partido que enfrentó a la selección el pasado 14 de octubre contra Eslovenia, Suiza presentaba la siguiente alineación, formada tan solo por cuatro jugadores que no hubieran emigrado hacia el país helvético en su día: Ziegler, Senderos (de padre español pero madre suiza), Sommer y Lang. Los demás, cuentan con procedencias de lo más diversas: Seferovic proviene de una familia de bosnios; Xhaka Granit nació en Kosovo, igual que Shaquiri; Johannes Djourou lo hizo en Costa de Marfil; Inler es de origen turco y de hecho jugó sus primeros partidos como internacional en las categorías inferiores de la selección otomana; Admir Mehmedi y Dzemaili nacieron en Macedonia y la cuna de Barnetta es italiana.

Ellos son un ejemplo de la inmigración que ha recibido Suiza en las últimas décadas. Si bien la mayoría de esta generación de futbolistas responde a refugiados provenientes de los Balcanes durante el conflicto bélico iniciado en los años 90, el perfil que actualmente cruza con más abundancia la frontera suiza proviene de sus estados fronterizos: Alemania, Francia e Italia. Este tipo inmigrante responde además a un perfil intelectual, con estudios superiores y una renta en algunos casos considerable. Entonces, ¿por qué ha ganado el ‘Sí’ (voto en contra de la inmigración en masa)?. La respuesta está en la campaña política liderada por Cristopher Blocher y apoyada finalmente por un gran porcentaje de la población. Según ésta, los salarios de las altas esferas se ven amenazados con la entrada de extranjeros, el precio de los apartamentos y transportes sube y la sanidad pública no puede absorber tanto volumen de población. Así, los lemas ‘somos demasiados’ y ‘queremos una Suiza más suiza’ han calado hasta decantar la balanza en detrimento de la multiculturalidad característica de su territorio.

Hitzfeld cuenta para el Mundial de Brasil con un bloque formado a base de juventud y veteranía y con la ilusión de prolongar la buena racha de resultados que les ha dejado invictos después de la fase de clasificación. Será todo un reto superar la fase de grupos, pero el salto cualitativo que ha dado este conjunto en los últimos años es más que evidente. Obviamente, la nueva reforma no tendrá repercusión ninguna en este Mundial, ni en el siguiente, pero tendrá mucho que ver en el devenir de la selección nacional en un futuro. Un colectivo actualmente formado de manera mayoritaria por hombres que un día dejaron su país natal en busca de una vida mejor en Suiza, particularidad que, al final, ha constituido el secreto mejor guardado de esta selección en alza.
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Gana el Balón Oficial del Mundial 2014

Se terminó la Liga, y ahora sí que ya estamos inmersos en la cuenta atrás para el mundial. Y como no podía ser menos, como en cada gran evento, Futcoll está de regreso con el sorteo de un balón, esta vez, como no podía ser de otra manera, sorteamos el Brazuca, el balón oficial del Mundial Brasil 2014.

Para ganarlo es muy sencillo, solo tenéis que contestar a una sencilla pregunta y entraréis en el sorteo del balón, que se celebrará el próximo 20 de junio.

La pregunta es:

En 1986 el mundial se celebró en México, siendo así la primera vez que un país repetía la organización de un mundial. Aunque en un principio, no tenía que ser así.

¿Qué país tenía que organizar el mundial de 1986, desistiendo cuatro años antes por falta de recursos, obligando así a la Fifa a improvisar una nueva sede?

Las respuestas las podéis enviar a la siguiente dirección de correo electrónico.



¡Mucha suerte! 


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KEYLOR NAVAS, PERSIGUIENDO A CONEJO

Pese a estar considerado uno de los mejores porteros de la Liga, la aventura de Keylor Navas no ha hecho más que empezar. Con 27 años, ofertas procedentes de toda Europa y un Mundial por delante, disfruta del momento más dulce de su carrera. Con una admiración que se ha ganado a base de grandes actuaciones en el Levante, el meta siempre ha contado con la protección de un mito como Luis Gabelo Conejo.

Sólo ha habido dos porteros de Costa Rica en la historia de la Liga. Luis Gabelo Conejo y Keylor Navas. A ambos les separan 26 años pero les une una misma trayectoria. De hecho, uno parece empeñado en continuar la senda que dejó el primero y ensanchar así su historia, la de un país y un sueño mundialista. Para asegurarse de ello, el destino juntó hace tiempo a los dos personajes de la trama, cuando uno tenía 14 años y el otro estaba alrededor de la cuarentena. Uno se moría de ganas de aprender a ser portero y otro se había convertido en un referente del futbol costarricense gracias a un Mundial y el Albacete.

Cuando Conejo y Navas se conocieron todo costarricense aun retenía en su retina el Mundial de Italia del 1990. El país centroamericano se presentó como debutante a la cita, consciente que era el mejor candidato para abandonar el certamen sin apenas deshacer las maletas. Encuadrado en el grupo de Brasil, Escocia y Suecia, Costa Rica jugó con lo puesto y resultó ser una de las revelaciones del torneo gracias, entre otras cosas, a la gran actuación de su portero. Conejo tuvo una brillante carta de presentación al mundo y la usó para aterrizar en la liga española. Una de las mejores generaciones del Albacete a las órdenes de Benito Floro le esperaba para hacer realidad el ascenso a Primera División. Años después, cuando por fin conoció al pequeño e ilusionado Navas en las categorías inferiores de la selección de Costa Rica, Conejo –entrenador de porteros– debió explicarle lo bien que le trataron en tierras manchegas. Quizá también llegó a contarle que encajó siete goles en su visita al Camp Nou en una noche en la que Stoichkov no tuvo piedad de él.

Keylor Navas no dudó en seguir sus pasos, así que después de despuntar en el Saprissa de su país natal tuvo claro cuál sería el siguiente paso que debía dar, el Albacete. Nada pudo evitar el descenso del ‘Alba’ la temporada 2010-11, pero precisamente esto fue lo que dio la opción a Navas de marchar cedido al Levante, donde pudieron conocer la naturaleza de un guardameta que siempre llamó la atención por su fortaleza espiritual. Vivió a la sombra de Gustavo Munua durante todo un año y trabajó para esperar su oportunidad. En su soledad recurrió a Dios, figura que le ayudó a afrontar una situación difícil, como tantas otras se habría encontrado antes. La práctica religiosa es esencial en la vida del costarricense y el fútbol no le ha apartado nunca de su convicción, sino que le ha ayudado a creer. Por eso se arrodilla antes de todos los partidos sobre la línea de meta y abre los brazos para rezar segundos antes de que empiece el encuentro. Lo ha hecho siempre y lo hará en cada uno de los partidos que dispute deseando que aparezca un ángel en cada uno de los postes que defiende.

Como si se tratara de una broma de mal gusto, empezó la vigente temporada encajando siete goles en el Camp Nou, igual que años atrás había hecho Conejo, convertido en el máximo defensor de esta joya que él mismo ha ido puliendo con los años. En el partido siguiente ya dejó la portería a cero y desde entonces no ha hecho más que dar puntos al conjunto granota. La tenacidad está recompensando a Navas con un año inmejorable. Los números dicen que es el mejor portero de la Liga, situado al nivel de Courtois y Valdés y su futuro apunta a los grandes de la Liga, incluso de Europa. No en vano, el arquero percibe actualmente uno de los salarios más bajos de su plantilla y la cláusula de recisión está alrededor de los 10 millones de euros.


Tras su andadura en el Albacete, Conejo volvió a poner rumbo a Costa Rica, pero la carrera de Navas apunta mucho más alto que la de su maestro. Su nombre empieza a aparecer en todas las quinielas de aquellos que buscan un portero con garantías y a la vuelta de la esquina está el Mundial de Brasil, en el que el país centroamericano participará ocho años después. Hace 24 años y en un escenario parecido Gabelo Conejo escribió el nombre del país caribeño en la historia de los mundiales. Keylor Navas intentará repetirlo este verano.



panenka
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ONE LOVE, ONE RHYTHM

Ya a la Venta el CD oficial del Mundial. Tanto en la tienda física como en el store de iTunes.

Una vez más, Sony nos trae el ritmo del mundial con canciones interpretadas por artistas conocidos mundialmente. Pitbull, Ricky Martin, Shakira, Carlinhos Brown entre otros, configuran el álbum titulado One Love, One Rhythm.

Esta es la lista de canciones:


1. We Are One (Ole Ola) (Canción Oficial de la Copa del Mundo FIFA) - Pitbull feat. Jennifer López & Claudia Leitte (CD 1) 
2. Dar Um Jeito (We Will Find A Way) (Himno Oficial de la Copa del Mundo FIFA 2014) - Santana & Wyclef feat. Avicii & Alexandre Pires (CD 1)     
3. Tatu Bom De Bola (Canción Oficial de la mascota de la Copa del Mundo) - Arlindo Cruz (CD 1)    
4. Vida (Versión Spanglish) - Ricky Martin (CD 1)
5. The World Is Ours - David Correy (CD 1)          
6. Lepo Lepo - Psirico (CD 1)          
7. One Nation - Sergio Mendes & Carlinhos Brown (CD 1)          
8. La La La (Brazil 2014) feat. Carlinhos Brown - Shakira (CD 1)
8. It's Your Thing (Versión Studio Rio) - The Isley Brothers (CD 1)         
10. Tico Tico - Bebel Gilberto and Lang Lang (CD 1)        
11. Olé (Mix del himno de estadio) - Adelén (CD 1)          
12. This Is Our Time (Agora e'a nossa horra) - Magic! (CD 1)       
13. Night & Day (Mix Carnival) - Baha Men (CD 1)          
14. Go, Gol - Rodrigo Alexey feat. Preta Gil (CD 1)         
15. Fighter (Tachytelic World Cup Brazil 2014 Remix) - Mika Nakashima X Miliyah Kato (CD 1)       
16. We Are One (Ole Ola) (La Canción Oficial de la Copa del Mundo FIFA 2014) (Mix Olodum) - Pitbull feat. Jennifer López & Claudia Leitte (CD 1)      

17. Tatu Bom De Bola (Canción Oficial de la Mascota de la Copa del Mundo FIFA 2014 Mascot Song) (Remix DJ Meme) - Arlindo Cruz (CD 1)



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Kim Shin-Wook, El rascacielos de Corea del Sur

De la misma forma que la Tower Infinity pretende emerger en el horizonte de Corea del Sur, Kim Shin-Wook lo hace en su fútbol nacional. No es necesario buscarle, sobresale por encima de compañeros, rivales, técnicos y aficionados. Por mucho que trate de pasar desapercibido, ni él ni sus goles resultan invisibles. De ahí que se haya convertido en una de las atracciones para el próximo Mundial de Brasil.


Le llaman cariñosamente Wookie, ‘nuestro gigante’. No se parece a Chewbacca pero por su altura,1’96m, recuerda a los de aquella peculiar raza de ‘La Guerra de las Galaxias’. Más aún en un país donde predominan las complexiones compactas y la media se establece en el metro setenta. Kim Shin-Wook marca las diferencias. Su infancia no fue fácil. Era diferente. Un niño con aptitudes para encajar en un deporte como el baloncesto que solo usaba los pies para tocar el balón. Con frecuencia le preguntan si no se vio en la tesitura de probar con la pelota naranja. De hecho, en numerosos medios se ha llegado a afirmar que es capaz de realizar mates, a lo que él responde de manera tajante: “Nunca he jugado al baloncesto, lo juro. Ya sé que soy alto, pero eso no significa que sea un jugador de baloncesto”.

Kim jugaba para el equipo de fútbol de la Universidad de Chung-Ang cuando el Ulsan Hyundai decidió contratarle para la K-League en 2009. Tenía 20 años y no era consciente del futuro que le esperaba. Siempre se había entrenado para ocupar la posición de defensa central o centrocampista defensivo. Pero nada más aterrizar en el club su entrenador le vio la destreza suficiente para adelantarle en el campo. Se había convertido en el delantero centro del equipo. Le costó adaptarse a su nuevo rol pero siempre dejaba destellos de que poseía un sexto sentido para buscar el gol. De hecho, mejora cada año perfilándose como uno de los delanteros más prometedores del fútbol coreano. Ha sido nombrado jugador estrella de la K-League en diversas semanas y fue fundamental para que Ulsan Hyundai se proclamase campeón de la Liga de Campeones asiática en 2012. Sus seis goles anotados en los trece partidos que disputó fueron el mejor aval para conseguirlo.

Ahora ve cómo su sueño se hace realidad. Siempre ha proclamado que su único amor es el fútbol y en su corazón se considera un auténtico futbolista. No siempre fue así. Los más puristas le cuestionaron. El miedo a lo diferente y desconocido provoca rechazo. Conforme ha ido madurando ha sabido sacar el máximo rendimiento a su físico. Su envergadura no solo le lleva a disputar los balones aéreos con coraje, metiendo codos y asomando la cabeza para robarlos. Es la ley de la supervivencia. Servir a un equipo excesivamente defensivo que recurre al juego físico, incluso sucio, le obliga a aprovechar su pasado como defensor para cubrir las carencias del resto. Se encuentra solo arriba. La mayoría de los encuentros los disputa como único ariete, capacitado para bajar el balón y conservarlo para cederlo a un compañero o para finalizar él mismo la jugada.

Los números de Kim Shin-Wook hablan solos. No es de extrañar que haya despertado el interés de clubes como Everton, QPR o West Brom. Resulta llamativo que a pesar de que muchos compatriotas hayan recalado en ligas europeas y asiáticas, la verdadera estrella esté brillando en la liga doméstica. Además de ser una pieza clave para el Ulsan, ejerce un papel cada vez más importante en su selección. Ante tanto orden, rigor y táctica, Kim introduce el elemento revolucionario. Importante en el cuerpo a cuerpo e indispensable en los planes de Hong Myung-Bo desde que se hiciera cargo del equipo nacional en 2013 para reemplazar a Choi Kang-Hee. Su objetivo es mejorar la profundidad del ataque coreano.

Su incursión en la selección le ha llevado a sufrir algunos quebraderos de cabeza. Sus cerca de dos metros provocan que sus compañeros recurran a él mediante pases largos, en lugar de generar ocasiones sobre el césped. No solo es bueno de cabeza. Ha trabajado en los últimos meses para mejorar con los pies y convertirse en un jugador más completo capaz de ofrecer otros recursos alternativos al juego aéreo. Él mismo ha reconocido que a su llegada a Ulsan el técnico les ponía vídeos del Bayern de Múnich para que se familiarizaran con nuevas estrategias y perfeccionaran el juego asociativo.

A pesar de recibir premios individuales, como el MVP de la temporada gracias a sus 19 goles (11 con su pie derecho), lo que realmente le hace feliz es que su equipo gane. “No sé cuánto tiempo voy a estar jugando a este deporte, pero voy a tratar de no olvidar mis raíces, de dónde vengo. Espero llegar a ser un jugador que pueda contribuir al desarrollo de la liga y el deporte en su conjunto”.

Es perfeccionista y no ha dejado de trabajar hasta lograr el equilibrio en la agresividad de su juego. En su sexto año como jugador profesional es consciente de que su futuro no está en sus manos. A pesar de que vive uno de sus mejores años de su carrera, le penaliza que su reconocimiento se quede en la K-League, a diferencia de otros compatriotas conocidos a nivel internacional. Debe controlar ese nerviosismo que le hace pasar desapercibido por su insistencia en querer agradar cuando sale al campo. En Seúl vivirá su prueba de fuego. Ante Túnez, el 28 de mayo, se exprimirá para convencer a Hong y así tener un hueco en la lista definitiva.

La combinación de su altura, complexión atlética y habilidades le convierten en el diamante en bruto que puede brillar en el Mundial de Brasil. Kim lo tiene claro: “Mi sueño es anotar un gol en la Copa del Mundo. Para hacer realidad ese sueño, voy a hacerlo lo mejor posible en cada partido. Quiero que mi país se sienta orgulloso de mí”.



panenka
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Eterno Tito Vilanova




Carta de despedida a Tito Vilanova.

Tito, Desde este humilde blog, quiero darte las gracias por estos años tan maravillosos que nos has hecho pasar a todos los aficionados, no solo a los del Barça, sino a todos los que amamos al fútbol. Gracias por tu esfuerzo para hacer de tu profesión una vocación y de esta manera darnos tantos triunfos en la mejor era de nuestro club. Tu vida es un ejemplo para nosotros. Nos has demostrado que con ilusión se pueden conseguir casi todos los retos que nos marquemos, que con esfuerzo y trabajo, no hay sueños que no se puedan cumplir.

La gran mayoría te conocimos por tu trabajo en el mundo del fútbol, pero también nos mostraste tu manera de ser, y ahí conocimos al Tito persona. Por los comentarios de cariño que dicen los que estaban cerca de ti, nos confirman lo que todos descubrimos estos años, que eras un gran hombre, enamorado de la vida, de tu familia, de tus padres, de tu esposa y tus hijos, y que siempre te preocupaste más por ellos que por ti mismo, cosa que demuestra el gran corazón que tenías. Me quedo con una frase tuya “no vale la pena agobiarse por nada, porque lo que hoy te parece muy importante, mañana no lo es”.

Quiero también desde aquí mandar un fuerte abrazo a su familia y hacerles sentir que somos muchos los que les arropamos en estos momentos tan difíciles.

Dios te tenga en su gloria. Descansa en paz Tito Vilanova.
                                                                                                                             
                                                                                                                             Jesús Orús Coll
                                                                                                                         Moderador Futcoll



Carta de comiat a Tito Vilanova.

Tito, Des d'aquest humil bloc, vull donar-te les gràcies per aquests anys tan meravellosos que ens has fet passar a tots els aficionats, no només els del Barça, sinó a tots els que estimem el futbol. Gràcies pel teu esforç per fer de la teva professió una vocació i d'aquesta manera donar-nos tants triomfs en la millor era del nostre club. La teva vida és un exemple per a nosaltres. Ens has demostrat que amb il-lusió es poden aconseguir gairebé tots els reptes que ens marquem, que amb esforç i treball, no hi ha somnis que no es puguin complir.

La gran majoria et vam conèixer per la teva feina en el món del futbol, però també ens vas mostrar la teva manera de ser, i aquí vam conèixer al Tito persona. Pels comentaris d'afecte que diuen els que estaven a prop teu, ens confirmen el que tots vam descobrir aquests anys, que eres un gran home, enamorat de la vida, de la teva família, dels teus pares, la teva esposa i els teus fills, i que sempre et preocupaves més per ells que per tu mateix, cosa que demostra el gran cor que tenies. Em quedo amb una frase teva "no val la pena preocupar-se en excés per res, perquè el que avui et sembla molt important , demà no ho és” .

Vull també des d'aquí enviar una forta abraçada a la seva família i fer-los sentir que som molts els que estem al seu costat en aquests moments tan difícils.

Déu et tingui en la seva glòria. Descansa en pau Tito Vilanova.
                          
                               Jesús Orús Coll
                                                                                                                         Moderador Futcoll






Farewell letter to Tito Vilanova.
Tito From this humble blog, I want to thank you for these wonderful years you've put us through all the fans, not only to the club, but to all who love football. Thanks for your effort to make your profession a vocation and thus give us many victories in the best era of our club. Your life is an example for us. We 've shown that you can forward to get almost all the challenges we mark us that with hard work, no dreams that can not be met .
The vast majority met you for your work in the world of football, but also showed us the way you are, and that Tito met the person. For comments affection that say they were close to you, we confirm what we all discovered these years, you were a great man, in love with life, your family, your parents, your wife and your sons and who always cared more for them than for yourself, which demonstrates the great heart you had. I'll take one of your phrase "not worth overwhelmed by anything, because what you think is important today, not tomorrow "
Also add it here send a big hug to your family and make them feel that many of us are bundled up in these difficult times.
God have you in his glory. Rest in peace Tito Vilanova.

                                                                                                                               Jesús Orus Coll

                             Moderator Futcoll






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La pasión futbolística de Bob Marley

El 26 de junio del 78, como era habitual en cada ciudad europea que visitaba, Bob Marley montó un partido de fútbol entre periodistas y todo su grupo, incluidos 'pipas'. Durante el lance, un crítico de la revista 'Rock and Folk' parece que le pisó el pie derecho. Marley cayó lesionado. Sentía unos dolores terribles en el dedo gordo, donde también había perdido la uña. En una clínica le detectaron un tipo de melanoma maligno. Le aconsejaron amputar el dedo. Se negó en redondo. Los rastas no pueden quitarse ni una mínima parte de su cuerpo. Fue entonces cuando Marley comenzó a huir hacia adelante.
Tres años después, el 5 de octubre de 1980, visitaba Nueva York por primera vez en su vida. Dos actuaciones en el Madison Square Garden. Vivía el lujo del hotel Essex House, al sur del Central Park, pero la mañana del 8 de octubre salió a hacer 'joggin' y se cayó al suelo desplomado. Cuando le atendieron echaba espuma por la boca. En el hospital Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, donde fue ingresado, quedaron horrorizados. El cáncer había avanzado en su metástasis al cerebro, pulmones, hígado y estómago.
Le dieron un mes de vida, pero ni eso le detuvo en su carrera hasta Jah, el dios rasta. Tres días después actuaba en el teatro Stanley de Pittsburgh. Sería su última actuación.

De hospital en hospital

Poco después, la gira fue cancelada y Bob aceptó volver al Memorial Sloan-Kettering Centre, en el mismo Manhattan. Marley, con enorme pánico a morir, permitió por primera vez que le aplicasen tratamientos de radio. Abrumado por la publicidad, Bob obligó a que le trasladaran al Hospital Cedars of Lebanon, en Miami, al que tenía más simpatía. Como la presión mediática subió de tono, decidieron instalarlo en una nueva clínica, en la Rosarito Beach, en México, con el doctor 'brujo' Rodrigo Rodríguez. El mismo doctor y la misma clínica que el actor Steve McQueen había utilizado pocos meses atrás para huir de su cáncer. No lo logró.
Es muy posible que la única que se deba cuenta de que Marley se estaba muriendo era su propia esposa, Rita, que seguía en la banda de su marido como una de las tres I Threes del coro. De manera secreta, Rita avaló el bautismo de Marley en una Iglesia Ortodoxa Etíope. El 4 de noviembre de 1980 Bob pasó a llamarse Berhane Selassie, el mismo nombre que el Negus, el fascista dictador emperador de Etiopía, que para los rastas era considerado como el mismo Jesucristo.

La clínica de las SS

Al mismo tiempo, Rita aceptó el consejo del doctor jamaicano Carl 'Pee Wee' Fraser. Éste les dijo que un viejo doctor comandante de las SS llamado Josef Issels obraba milagros con el cáncer en su clínica, en Baviera, a las afueras de Múnich. Marley pasó allí ocho meses. Durante ese tiempo, el gran Marley se sometió a toda clase de torturas a manos de ese viejo doctor, colega de Josef Mengele en Auschwitz.
Cambios de sangre, inyecciones de líquidos secretos a través de largas agujas inyectadas en su estómago y en un su espina dorsal... Auténticas torturas, como decía su madre Cedella Booker, que se asustó al visitarle en la clínica. Quedó petrificada y deprimida al ver a su hijo extremadamente delgado, sin pelo y sin fuerza alguna. Ya no podía siquiera mover los dedos en su guitarra acústica favorita.

A comienzos del mes de mayo de 1981, el ínclito médico de las SS le dijo a Rita que Bob Marley estaba sentenciado a muerte. Probablemente le quedaban sólo unos días. Bob tenía miedo a volar en pequeños aviones. Así que su entorno no tuvo más remedio que convencer al pobre Chris Blackwell, su mentor y presidente de la compañía discográfica Island, para que pagara los 90.000 dólares que costó el 747 de Lufthansa para trasladarlo a Jamaica.
Pero estaba tan grave que tuvieron que aterrizar y meterlo en el Cedar de Miami. Llegaron el 10 de mayo. Marley apenas duró dos días. Su madre Cedella recuerda cómo empezó a sudar, pero dormía. Finalmente, mientras trataba de suministrarle un calmante, comprobó que su hijo no respiraba. Rita llegó una media hora después de su muerte. El gran Bob Marley, la más grande estrella de la música del Tercer Mundo había expirado a las once y media de la mañana del 11 de mayo de 1981.

Su muerte, un problema

Pero incluso su muerte fue un enorme problema que ni siquiera hasta ahora se ha solucionado. Bob se había negado repetidamente a dejar testamento, porque para los rastas eso significa firmar tu muerte. Pero allí estaban su viuda, Rita, más otras ocho mujeres, más su madre Cedella y una prole de 12 hijos reconocidos -uno más, Makeda, nacía 19 días después- reclamando sus derechos patrimoniales ."Pero yo era su viuda y la madre de sus hijos oficiales y la responsable de su patrimonio", decía Rita Marley.
Guardo una relación muy especial con Rita Marley, porque juntos grabamos un tema, 'In heaven we'll meet, con las palabras de Bob como si hiciera 'hip-hop'. Ella siempre cobra al contado, quiere ver los 'greens' (como llama a los dólares), es especialista en marisco, es la cabeza visible de la Fundación Marley, pero sabe que el entramado legal es tan complejo que incluso Martin Scorsese prefirió abandonar la película que iba a hacer sobre Marley, que finalmente terminó Kevin Mcdonald con cierto éxito.
Tengo el orgullo de haber conocido a Bob Marley. La primera vez, en Ibiza, un día después de mi cumpleaños, el 28 de junio de 1978. Mi querido y siempre recordado amigo Carlos Juan Casado, representante de Island, y el promotor Gay Mercader eran 'forofos' del cantante. Gracias a ellos también jugué al fútbol con Bob, dos años después, una mañana del 30 de junio de 1980 en Barcelona. Es más, todavía siento su violento aliento en mi cogote.
Es una sensación que nunca me he podido quitar de la cabeza. No era Pelé, pero corría como un poseso. Le pregunté por qué le gustaba tanto el fútbol y me contestó: "Será por los genes de la familia de mi padre". Su padre fue el capitán de navío inglés Norval Sinclair Marley y dejó embarazada a una de las sirvientas de la población en el norte de la isla con tan sólo 16 años.
Era esa misma clase dirigente de su padre la que en Jamaica llamaba 'raggamuffin music' -música de los desharrapados- a un estilo que en un principio se denominaba 'ska' o 'blue beat'. 'Reggae' es sólo una manera de pronunciar 'ragga' y 'ragga' es sólo una manera perezosa de decir 'raggamuffi', o más bien, de no decirlo, convirtiéndolo en algo más callejero y más cafre.

Los rastas

El 'reggae' era la música de los rastafaris. Hace unos 70 años, Marcus Garvey, un evangelista de aliento inflamado, se paseaba por el Harlem de los años 20 profetizando la coronación de un rey negro en África que redimiría y reuniría a las tribus extraviadas y las retornaría de vuelta a casa. Está en la Biblia, en las Revelaciones, capítulo 5, entre el primer versículo y el décimo. Cuando Haile Selassie fue coronado emperador de Etiopía en 1930, los Rastas de Jamaica le reconocieron como Ras Tafari, el único Dios verdadero de la profecía, el rey de reyes, el león de Judá o, simplemente, Jah. A Selassie nunca le gustó todo aquello y esquivaba todo lo relacionado con ellos.
Los rastas nunca pierden la esperanza del regreso a su África soñada. Mientras tanto se sienten exiliados en los confines de Babilonia, que es nuestro mundo occidental. Los rastas profesan una conducta estrictamente nazarena: no beben alcohol, no comen carne, viven comunalmente y nunca mendigan ni roban. Se fuman cerca de tres cuartos de kilo de droga a la semana. No dejan pasar un minuto sin liar de nuevo un porro o 'kaya', como hierba sacramental. Bob Marley era uno de ellos. Nunca tuvo relación con la familia 'blanca' de su padre.
Así que a Bob le enterraron donde su madre quería, donde nació, en Nine Miles, al norte de isla .Y allí está su cuerpo todavía, en un pequeño panteón. Hace unos años, Rita me narró con exactitud con qué objetos le enterraron: no faltaron su guitarra Les Paul dorada, un balón de fútbol, unos brotes de cannabis, un anillo que le había regalado el hijo de Selassie y, finalmente, una Biblia.
Rita me confesó poco tiempo después que se había guardado unos cuantos 'dreads' (cabellos rastas de Bob) y que los había esparcido en Etiopía, donde cree ella que a Bob le hubiera gustado volver. Hace unos años quiso exhumar el cadáver y enterrarlo en Shashemene, a unos 200 kilómetros de Addis Abeba, donde todavía viven muchos rastas que pudieron 'abandonar' Babilona. El gobierno de Jamaica lo prohibió, al mismo tiempo que este epitafio: "Mi música lucha contra este sistema de locos gobernantes que sólo enseña a vivir y morir".


El mundo. 
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Cuando Ravanelli hizo añicos la libreta de Van Gaal

La primera señal de alarma debió haber saltado en el partido de ida de semifinales contra el Panathinaikos. Aquello estaba programado para ser un paseo rumbo a la segunda final consecutiva del Ajax de Amsterdam y se convirtió en una de las grandes sorpresas de los últimos años, mayor sorpresa aún que cuando ese mismo grupo de veinteañeros le ganó al Milan de Capello la final el año anterior. Aquel Panathinaikos sólido, noventero, sin concesiones, se plantó en Amsterdam, paró a los Litmanen y compañía y se llevó un 0-1 que en cualquier otra circunstancia le habría colocado como favorito para pasar a la final de la Champions League, un hecho que no se producía desde 1973, precisamente ante el Ajax de Cruyff.

Solo que, como es habitual en los equipos campeones y más aún en los equipos campeones con una estética y una narrativa detrás, esos equipos que más parecen un «Reich de los mil años» que un club de fútbol, la señal de alarma se tomó como un anecdótico toque de atención, una combinación de errores improbables y mala suerte acumulada. Aquel equipo era el mejor del mundo y llevaba dos años enteros siéndolo, sin matices. La culminación del juego holandés de precisión de los setenta y ochenta junto a la potencia y la presión italianas de los noventa. Un zumbido de jugadores que corrían hacia arriba, hacia abajo… y que todo lo que hacían, lo hacían con sentido.

Uno sabe que un equipo funciona cuando sus jugadores más vulgares parecen estrellas. Parte del error que asoló al fútbol europeo después —y en eso destacó el Barcelona— fue pensar que bastaba con llevarse a los individuos sueltos por millones de euros para repetir los triunfos del colectivo. Error. Van Gaal había engrasado una máquina casi perfecta, sin fisuras: una suerte de 3-4-3 que se reconvertía en 4-3-3 según Danny Blind o Frank de Boer quisieran iniciar el ataque unos metros más adelante, algo parecido a lo que Koeman hacía con Cruyff.

Los laterales eran torpes pero voluntariosos y buenos defensores: Reiziger y Bogarde. En medio, como queda dicho, cerraban el mayor de los De Boer y Blind. Por delante, Davids cubría la baja de Rijkaard, otro de esos jugadores multiusos, campeón de Europa el año anterior ocupando una posición que podría ser a la vez la de «libre» y «medio centro defensivo». A su derecha ya no estaba Seedorf, el primero en iniciar el éxodo a tierras latinas, vendido por una millonada a la pujante Sampdoria, sino Ronald De Boer, el gemelo pequeño.

Por delante, un cuadrado mágico: Jari Litmanen jugaba de media punta con llegada, el verdadero goleador del equipo; Patrick Kluivert o Nwanko Kanu en el puesto de nueve fijo que baja el balón y reorganiza el ataque con un toque atrás. Un vértice, más que un delantero. Lo que Guardiola pretendió que fuera Ibrahimovic hasta que el sueco decidió sobreactuar su papel de excéntrico. Por las bandas, extremos puros, de los pocos que quedaban en Europa después de demasiados años de defensas cerradas y delanteros tanque, Marc Overmars y George Finidi, con presencias esporádicas de Musampa, Wooters o el jovencísimo Babangida.

Ninguno era un «galáctico», ninguno era desequilibrante por sí mismo —quizás Overmars fuera el más talentoso, aunque las rodillas le traicionaran con una frecuencia desoladora—, pero el conjunto era arrollador: en la primera ronda se pasearon en el Bernabéu de manera insultante, un 0-2 que bien pudo ser 0-5. Aquel triunfo hizo más por la reputación del Ajax en España que la Champions del año anterior, más aún cuando se vio reforzada por una nueva doble exhibición ante el Borussia de Dortmund en cuartos de final, justo después de la devastadora lesión de Overmars, que colocó a Musampa en su lugar, sin el mismo éxito, desde luego.

En liga, el equipo se aproximaba a su cuarta liga consecutiva. En Europa, aparte del Panathinaikos, sus rivales eran la muy limitada Juventus y el sorprendente Nantes francés. ¿Quién podría evitar el doblete?

La respuesta a la pregunta parecía haber llegado demasiado pronto: el Panathinaikos, como decíamos, se plantó atrás en el vetusto Estadio Olímpico de Amsterdam y en el minuto 87 sacó un latigazo en forma de contraataque que culminó Warzycha por toda la escuadra ante la salida desesperada de Edwin Van der Sar. El típico gol que encaja un equipo desconcentrado, que se sabe superior. El gol que te obliga a ir a Atenas no solo a sobrevivir sino a ganar… porque si no ganas, el ridículo es monumental.

Y así, dos semanas después, el Spyros Louis se llenaba como hacía tiempo. Más de 75.000 personas para apoyar a su equipo, años de gloria para el deporte griego, en especial, el baloncesto. Armadores multimillonarios dispuestos a dejar su impronta a base de fichajes espectaculares y sobrios entrenadores. El Ajax era un equipo joven, un equipo de veinticinco años de media, pero a la vez lo suficientemente veterano como para no dejarse intimidar. Habían jugado demasiadas veces en Rotterdam como para entender lo que era un ambiente hostil.

La primera parte fue un vendaval holandés. Un auténtico espectáculo. De nuevo, el mejor juego que uno recuerda hasta que llegó el Barcelona de 2009. Once tíos que atacan, once tíos que defienden y roban el balón a los tres segundos. Presión constante. A los cuatro minutos marcaba Litmanen, su octavo gol de la competición. De repente, la euforia se congeló en Atenas mientras los aficionados veían como el Ajax seguía llegando y llegando, con Kanu de único delantero y Silooy en la defensa para permitir que Frank De Boer y Blind se asociaran con Davids y cerraran por completo el medio del campo.

Pasaron los minutos, acabó la primera mitad, transcurrieron más de treinta minutos de la segunda y parecía increíble que aquello pudiera acabar en prórroga, que después de 165 minutos de dominio avasallador, el Ajax aún pudiera quedar eliminado en una contra griega. Entonces, minuto 77, apareció de nuevo Litmanen para controlar a la perfección un pase de Finidi dentro casi del área pequeña, sorprendentemente desmarcado, y empujar el 0-2. Nueve minutos más tarde, Wooters, otro extremo polivalente, ponía el 0-3 y llevaba al Ajax a Roma en uno de los mejores partidos de su historia.

La sensación era la misma que antes del tropiezo en casa, antes de la desconcentración y el gol de Warzycha: somos imbatibles. Juegue Musampa o Wooters o Silooy o Bogarde… da igual. Somos imbatibles.

Solo quedaba por saber el rival en la final y ninguno infundía un especial temor. La Juventus se había quitado de en medio al Real Madrid de Raúl en cuartos de final con un gol in extremis de Padovano, típico delantero torpón pero resolutivo de la liga italiana, y se enfrentaba al Nantes, campeón francés, que había derrotado al Spartak de Moscú. Eran los tiempos en los que la Liga de Campeones solo la jugaban los campeones y había menos glamour pero más emoción, más equipos que, con un buen sorteo, podían llegar muy lejos.

La Juventus de Marcello Lippi era un equipo construido en torno al físico y la contundencia. Un auténtico coñazo, en una palabra. Había tomado el relevo del Milan después de un período sencillamente inigualable que había vivido su canto del cisne con el 4-0 al Barcelona en 1994 y la final del año siguiente ante el Ajax. El Milan intentaba recomponerse sin holandeses mientras la Juventus acumulaba jornaleros que protegían lo mejor que sabían al nuevo «fantasista», el sustituto de Baggio, el joven Alessandro Del Piero, el mayor fenómeno que se había vivido en Italia en mucho tiempo.

Los métodos de esa Juve los hemos sabido después, con el escándalo de la creatinina, las extrañas vitaminas antes de los partidos y en los descansos y el denunciado abuso de EPO, las trampas típicas del deporte en los noventa y que nadie del mundo del fútbol ha investigado seriamente ni investigará jamás porque esto no es ciclismo. En el momento, lo que quedaba claro es que no era un equipo que pretendiera enamorar a nadie: cuatro defensas aguerridos, incluso violentos, como los veteranísimos Ferrara y Vierchowod o los Pessotto, Torricelli y compañía, que ya apuntaban maneras. Delante, una especie de trivote, con Deschamps organizando y repartiendo estopa, Paulo Sousa intentando que el equipo jugara a algo y Antonio Conte peleando por cada balón.

Por último, esa gran mentira del fútbol italiano de los noventa que se dio en llamar «tridente», la manera que tenían los entrenadores de rebatir la acusación de ser defensivos. «¡Si jugamos con tres delanteros!», decían, obviando que eran tres islas cuya principal función, también, era defender y presionar la salida del balón. En el caso de la Juventus, los papeles se repartían así: Del Piero ponía el talento, Gianluca Vialli, en el ocaso de su carrera, era el encargado de poner los goles y la veteranía… y el tercer delantero podía ser un poco cualquiera, porque su labor era enganchar alguna y matarse a correr detrás del rival de turno que condujera la pelota. A veces era el citado Padovano, a veces era el canoso Ravanelli, a veces no era nadie.

La eliminatoria ante el Nantes se decidió en el partido de ida en Delle Alpi con un 2-0, goles de Vialli y Jugovic, otro de los pocos talentosos, que ponía todo muy cuesta arriba para los franceses. La vuelta fue un trámite desde el momento en el que Vialli marcó el primer gol del partido, lo que obligaba al Nantes a marcar cuatro, algo que de ningún modo iba a hacer ante un equipo italiano cuando sus máximas estrellas eran Kosecki, el ex del Atleti, y Ouedec, que poco después jugaría en el Espanyol. Al final, 3-2 para los franceses. Insuficiente. Once años después de la tragedia de Heysel, la Juventus se plantaba de nuevo en una final de la Copa de Europa.

El hombre con el que nadie contaba: «La pluma blanca»

El partido estaba llamado a ser un auténtico choque de estilos. Algo parecido había pasado el año anterior contra el Milan, pero aquel equipo de Capello no era este de Lippi. Ahí jugaban Savicevic, Boban, Lentini, Donadoni… sus medio centros defensivos eran Desailly y Albertini, que no eran unos estilistas pero tampoco eran Di Livio y Conte… Si entonces el Ajax partía como aspirante, ahora era el favorito indiscutible. Bastaría con un arreón de Finidi o una llegada desde atrás de Litmanen o un pase de cuarenta metros de De Boer para que Kanú hiciera algo de magia… y el partido quedaría sentenciado.

Los recursos de Van Gaal eran enormes, aun pese a las lesiones, y ese día puso a su equipo de gala sobre el campo: Van der Sar; Silooy, Frank de Boer, Bogarde; Blind, Davids, Ronald de Boer, Litmanen; Finidi, Musampa y Kanu. Lippi, por su parte, mantuvo su apuesta defensiva: Peruzzi; Ferrara, Vierchowod, Pessotto, Torricelli; Deschamps, Paulo Sousa, Conte; Del Piero, Vialli y Ravanelli. Jugovic, como era habitual, esperaría desde el banquillo y, sorprendentemente, le acompañaría Michele Padovano, un hombre que había funcionado muy bien en las eliminatorias y que venía de jugar como titular las semifinales en detrimento de Ravanelli, hombre trabajador, con buen olfato de gol pero algo irregular.

Sin embargo, lo que más llamaba la atención de Ravanelli no era su entrega ni sus remates sino su pelo canoso que le hacía aparentar una edad que no tenía. De hecho, Ravanelli apenas contaba con veintisiete años cuando se plantó en Roma para jugar de titular la final contra el Ajax. Fichado por la Juventus tres años antes, procedente de la Reggina, su carrera se había movido entre clubes muy pequeños de la liga italiana, empezando por el Perugia y continuando por Caserta y la citada Reggina. No era un jugador que destacara por nada más allá de sus goles y su inteligencia. Fuera del área era uno más, dentro del área no convenía dejarle un centímetro.

Desde que llegara a Turín, había colaborado en la victoria de la Copa de la UEFA de 1993 y en el doblete liga-copa de 1995, año de su explosión, con treinta y tres partidos en la Serie A y quince goles anotados, solo dos menos que su compañero de delantera, Gianluca Vialli, tomando así el relevo de Roberto Baggio, que había firmado el verano anterior por el Milan. De aquel esplendor tardío a los veintiséis años se pasó a una temporada algo más calmada, limitada en ocasiones por pequeñas molestias y lesiones. El equipo no pudo seguir el ritmo de los de Capello en liga y se centró pronto en la Copa de Europa. Fabrizio, pese a todo, anotó trece goles, que no estaba nada mal en un campeonato como el italiano donde pasar de los veinte era una heroicidad.

Y es que Ravanelli no era un goleador excelso, pese a que suyo sigue siendo el récord juventino de goles en un partido de competición europea con cinco en la Copa de la UEFA de 1994 ante el CSKA de Sofía. En sus cuatro años en la Juventus marcó cuarenta y uno en liga y sesenta y ocho en total… a lo largo de ciento sesenta partidos. Su presencia en el once inicial no debería alertar más que la de Padovano. Este era un partido de Del Piero contra Litmanen, de Deschamps contra Davids, de la defensa de cuatro de la Juve contra el ataque de cuatro del Ajax.

Sin embargo, «Pluma Blanca», como se le llamaba a Ravanelli, estaba empeñado en hacer historia, sabedor quizá de que era ahora o nunca, y de paso aumentar su caché ante la oferta del multimillonario Middlesbrough de Juninho y Robson, que le habían transmitido su intención de hacerse con sus servicios, y no espera mucho: a los 12 minutos, hace una de las suyas.
En uno de los múltiples patadones por alto del medio campo italiano, el balón llega cómodo a la cabeza de Frank de Boer, quien, incomprensiblemente, golpea mal, hacia atrás, un error que quizá no hubiera sido tan grave si Ravanelli no estuviera esperando el fallo, a lo Hugo Sánchez, y si Van der Sar no se hubiera lanzado como loco a tapar una jugada que no apuntaba tanto peligro.

El movimiento de Ravanelli es magistral, inesperado. Con la puntera se lleva el balón, aleja al defensa y vence al portero en su salida. Aun así, está en un vértice del área, casi en la línea de fondo y necesita un milagro para tirar a puerta. Hay algo a su favor: es zurdo. Si Ravanelli fuera diestro, el remate sería imposible pero siendo zurdo aún puede intentar meter un poco de efecto al balón antes de que salga del campo… solo que, desafiando a la lógica, el delantero hace un giro improbable del tobillo con su pierna mala y consigue que el balón salga botando lentamente, a cámara lenta casi, a veces alejándose de la portería, a veces acercándose… una larga agonía durante la cual ningún defensa del Ajax llega para evitar lo inevitable: el gol de la Juventus, el 0-1 que pone patas arriba la final y enloquece a Ravanelli, que lo celebra a su manera: subiéndose la camiseta a la cabeza —Luis Enrique hacía algo muy similar en España— y batiendo los brazos como si la pluma se fuera a echar a volar en cualquier momento.

No sería el gol de la victoria porque Litmanen, siempre Litmanen, empataría en el minuto 40, pero fue el gol que hizo creer a un equipo y a una afición. El gol que convirtió a un jugador más en un jugador clave en la historia del equipo más importante de Italia. La Juventus acabaría ganando 4-2 en los penaltis, la especialidad de Ravanelli, aunque el jugador, desfondado, ya había cedido su puesto a Padovano antes de que acabara el tiempo reglamentario. Davids y Silooy fallaron sus lanzamientos y Jugovic, el recurso de Lippi para las segundas partes, se encargó de anotar el decisivo.

Campeón de Europa. Ravanelli era campeón de Europa a los veintisiete años, con solo una decena de partidos en la selección italiana de Arrigo Sacchi, con la que tendría una presencia testimonial en la Eurocopa de ese año en Inglaterra, país que le acogería la siguiente temporada, puesto que el Middlesbrough concretó su oferta y la Juventus pensó que sí, que era un héroe, pero que ya fabricarían otro. Mentalidad FIAT. En Inglaterra aguantó un año, lo que tardó su equipo en descender. Después pasó dos temporadas en el Olympique de Marsella hasta que volvió a Italia, en concreto a la Lazio, donde ganó liga y copa de nuevo a las órdenes de Eriksson… pero apenas marcó cuatro goles como suplente.

Ya con la edad que siempre aparentó, pasada la treintena, Ravanelli decidió probar de nuevo en las islas: primero, Derby County, donde vivió algo parecido a una segunda juventud, y posteriormente Dundee United, un paso fugaz, de cinco partidos, hasta que marchó a Perugia, el equipo de toda su vida, donde se retiró a los treinta y siete años, consciente de que no hace falta ser un mago para ser una estrella, basta con saber estar donde es preciso, ser el hombre con el que nadie cuenta y, así, acabar desesperando a todo un Van Gaal, su libreta y quien se ponga por delante.

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UN SIGLO EN LA ÓPERA

El Parma FC cumple 100 años. Su historia es tan azarosa como las dramáticas óperas de Verdi, cuyo apellido sirvió para bautizar al club en su fundación.

Aunque en los noventa fuera uno de los clubes más importantes del calcio, que el Parma Football Club esté jugando en la Serie A el año de su centenario no es baladí. Los crociati fueron un equipo modesto durante gran parte de su historia, llegaron a desaparecer en 1968 y no alcanzaron la primera división italiana hasta 1990. Ahí empezó una década prodigiosa en la que sorprendieron a toda Europa y discutieron la hegemonía de Milan y Juventus. Una década que, sin embargo, no tuvo la continuidad esperada con la llegada del nuevo siglo.


Viajamos atrás en el tiempo. Es el 27 de julio de 1913 y toda la región de Emilia-Romagna está conmemorando otro centenario: el del compositor Giuseppe Verdi, hijo de una aldea llamada Le Roncole que se encuentra a unos 35 kilómetros de la capital. Ese día, unos entusiastas jóvenes parmesanos consideran que la mejor manera de homenajear a Verdi es bautizar con su apellido al equipo de fútbol que acaban de fundar. Pero el Verdi FC durará sólo hasta el 16 de diciembre, cuando los asambleístas cambian de opinión y rebautizan al club con su nombre actual. Ahora bien, éste no empezaría a competir hasta cuatro años más tarde por el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Los primeros pasos del Parma en el fútbol italiano están unidos ineludiblemente a la figura de Ennio Tardini, un importante abogado que presidió el club desde su fundación, participó en la política municipal e impulsó la construcción del estadio que llevaría su nombre. Tardini murió joven –a los 43 años– y no pudo ver el campo finalizado. Entonces tenía capacidad para unos 13.000 espectadores y hoy, tras las remodelaciones de los noventa, puede albergar 43.000.

DESAPARICIÓN Y ‘RISORGIMENTO’

En 1930 el Parma FC volvió a cambiar de nombre para adaptarlo a su nueva condición de club polideportivo, pasándose a llamar Associazione Sportiva Parma. Al principio fue uno de los referentes de la Emilia-Romagna; pero luego, con la constitución de la liga profesional, pasó a deambular por la segunda, tercera e incluso cuarta división nacional. Sin ningún éxito destacable en sus primeros 50 años de existencia, la AC Parma fue perdiendo el apoyo de público y patrocinadores. Finalmente, en 1969 los directivos bajaron la persiana y dieron al club por liquidado.

El risorgimento llegaría gracias al otro equipo de la ciudad: la AC Parmense. Su nivel era muy modesto –militaba en la Serie D– pero al menos era solvente económicamente. En sólo unos meses adoptó el nombre de sus extintos vecinos, además de cambiar su equipación blanca con rayas horizontales por la histórica camiseta crociata. La nueva AC Parma mejoró los resultados y se convirtió en el típico equipo ascensor entre las series B y C, ganando un poco de estabilidad en la segunda división con la llegada de Arrigo Sacchi, que ocupó el cargo de entrenador de 1985 a 1987.

Por aquel entonces el presidente de la entidad era Ernesto Ceresini, que consiguió dos hitos claves para entender la transformación del club a partir de 1989: la entrada de Parmalat como sponsor principal y la llegada del técnico Nevio Scala. Ceresini, como Tardini, también murió súbitamente y se quedó sin ver cómo la AC Parma ascendía por primera vez a la Serie A con el capitán Lorenzo Minotti como estandarte.
La irrupción de la AC Parma en la primera división del calcio fue extraordinaria. En sólo dos temporadas se clasificó para Europa y ganó su primer título de Copa frente a la Juventus de Roberto Baggio, remontando el 1-0 de la ida con los goles de Melli y Osio. Los nombres de Taffarel, Benarrivo, Asprilla y Brolin empezarían a sonar con fuerza por todo el continente a partir de la temporada siguiente, cuando conquistaron la Recopa de Europa frente al Amberes (3-1) tras haber eliminado a Boavista, Sparta de Praga y Atlético de Madrid.

El club siguió creciendo en las dos temporadas siguientes con la llegada de Gianfranco Zola y Dino Baggio. En la campaña 93/94 lograron la Supercopa de Europa –ni más ni menos que frente al Milan de Capello– y la temporada siguiente fueron segundos en la Serie A y campeones de la Copa de la UEFA. El héroe de esta final europea contra la Juventus fue Dino Baggio, autor del gol de la victoria en Parma (1-0) y del crucial empate de Turín (1-1).

EL ESCÁNDALO PARMALAT

Nevio Scala dejó el equipo al terminar la temporada 95/96. El club sabía que, pese a los éxitos, no debía estancarse, e inició un proceso de renovación encabezado por el nuevo técnico, Carlo Ancelotti, y por jugadores como Buffon, Thuram, Cannavaro o los argentinos Verón y Crespo. El palmarés siguió engordando en los cinco años siguientes con un subcampeonato de Liga, dos Copas, una Supercopa y otra Copa de la UEFA, en este caso ganándole 3-0 en la final al Olympique de Marsella.

Pero las vacas flacas estaban a punto de hacer acto de presencia. Parmalat, la empresa de lácteos que se había convertido en símbolo de la región durante los últimos 40 años, había entrado en bancarrota. El agujero se estimaba en 14.000 millones de euros, una cifra sin precedentes en Europa. Y el principal culpable no era otro que su fundador, Calisto Tanzi, que sería condenado a la cárcel acusado de quiebra fraudulenta. Salpicada por este escándalo, la AC Parma no tuvo más remedio que declararse insolvente recuperando, el 25 de junio de 2004, la denominación de Parma Football Club.


El impacto negativo de la caída de Parmalat también se reflejó en el campo. Aunque en la temporada 2004/2005 fue semifinalista de la UEFA, el equipo salvó la categoría en una agónica promoción contra el Bologna. Pero la dirección del club seguía siendo incierta, sobre todo por la nómina de mecenas que se fueron sucediendo, entre los cuales estuvo Lorenzo Sanz, ex presidente del Real Madrid. Finalmente, el Parma descendió a la Serie B al concluir penúltimo la Liga 07/08, aunque volvió a la élite sólo un año después. Ahí se ha mantenido hasta la fecha, sin la brillantez de los noventa pero parece que con más tranquilidad. Seguro que Verdi, aun sin entender qué pasión podría despertar este deporte llamado fútbol, habría sido capaz de componer una ópera perfecta –a su estilo: trágica y pasional– para representar la convulsa historia del Parma FC.
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Balonazo en palacio


En sus 308 años de historia, el Palacio de Buckingham había albergado intrigas dinásticas, bombardeos nazis, besos de boda y homenajes a figuras desaparecidas, pero nunca un partido de fútbol. Hasta ahora. El 150 aniversario de la Football Association sirvió para llevar hasta los jardines de la residencia de Isabel II uno de los emblemas más característicos del viejo imperio británico: 22 tipos corriendo detrás de un balón.

No es difícil imaginar que el Príncipe Guillermo, como presidente de honor de la FA, tuvo bastante peso a la hora de convencer a la veterana monarca. Guillermo, al que se le intuyen simpatías por el Aston Villa -igual que al actual primer ministro, David Cameron-, estuvo presente durante el encuentro que disputaron el pasado lunes el Civil Service FC contra el Polythecnic FC. Ambos conjuntos, de nombres bastante elocuentes, constituyen dos de los clubes más antiguos del país: el primero, formado por funcionarios, es el único superviviente de entre los 12 equipos que firmaron en 1863 la nómina fundacional de la FA; el segundo sería creado unos años después en una universidad ya desaparecida. Ambos conjuntos siguen actuando a nivel amateur.

El encuentro concluyó con la victoria del Civil Service por 2-1 sobre un terreno de juego adecuado por el responsable de Wembley, Tony Stones: 100 metros por 60 entre 16 hectáreas de jardines reales. Mark Lane, responsable del modesto parque privado de la reina, se mostraba emocionado: “En los años 50 se celebró un combate de boxeo pero nunca habíamos tenido un partido de fútbol. ¡Se trata de una ocasión única!“.

En el descanso, los mayordomos de palacio sirvieron agua, gajos de naranjas y barritas de chocolate sobre bandejas de plata. Y, por si faltaran elementos decorativos, Michael Owen participó de un ligero entrenamiento con el miembros del staff real, incluido el propio Príncipe.


De hecho, las primeras palabras de Guillermo no fueron para lanzar una mirada emocionada al pasado sino una advertencia (¿amenaza?): “Si alguien rompe una ventana de un balonazo se las tendrá que ver con mi abuela“. ¿Quién dijo que la familia real británica no se las daba también de campechana? En realidad, y teniendo en cuenta que Howard Webb actuaba como árbitro del singular partido, más que en los cristales la noticia estuvo en la ausencia de huesos fracturados.
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La noche más oscura de Vitor Baía.

La trascendencia del encuentro quizás era menor, pero ese día el calvario lo vieron en directo miles de aficionados en el Camp Nou y el rival presentaba un plantel formado por jugadores con apellidos que rozaban lo impronunciable. Un cúmulo de incongruencias que trazaría uno de los peores recuerdos del barcelonismo en materia continental. El penúltimo.

Pitido final. Tras la conclusión de los 90 minutos, pocos aficionados se atrevían a mirar al marcador electrónico sin que una punzante sensación de bochorno inundara sus cuerpos. F.C. Barcelona 0, Dinamo de Kiev 4. La cara del encuentro, lógicamente, se la llevó un futbolista de la expedición visitante, un tal Andrei Sevchenko, que recién estrenada la mayoría de edad fue capaz de marcar tres goles en apenas 45 minutos. Pero el delantero no encontró ese día a su mejor aliado en ningún camarada con su mismo escudo, si no en el guardameta rival, Vitor Baía, que vivió su noche más oscura. Dos salidas en falso y a destiempo permitieron a los ucranianos prácticamente sentenciar el enfrentamiento en los dos primeros balones que colgaron al área contraria. El fútbol muchas veces se rige por estados de ánimo, y el que tuvo que arrastrar el guardameta durante todo el encuentro tras esos fallos (y todo lo que vino después), acabó simbolizando con exactitud la frustración desbocada del colectivo ampliamente derrotado.

Todavía persistía muy vivo el recuerdo de las lágrimas del portugués tras encajar la misma cantidad de goles en un partido de Copa del Rey ante el Atlético de Madrid el año anterior. El equipo estaba entrenado entonces por Bobby Robson, el mismo que convenció a la directiva de Núñez para que se fichara ese verano el que para él era, con diferencia, “el mejor cancerbero del momento”. Vitor Baía no pudo esconder sus lamentos por los errores cometidos durante la primera fase del choque, pero aquel equipo siempre será recordado más por la voracidad de sus elementos ofensivos que por la vulnerabilidad de su retaguardia, y ese día acabó remontando la machada del rival tras una lluvia de goles fulgurante en el segundo tiempo.

La temporada siguiente aterrizaría en el club la libreta de Van Gaal y, junto a la aparición de los primeros síntomas de dolencia que acompañarían a su rodilla izquierda para siempre, Baía puso comienzo a una secuencia temporal agónica que se alargó durante un curso entero, y que vivió su punto culminante esa noche europea ante el Dinamo. “Hay que elegir porteros con más personalidad” espetó Van Gaal en una de sus primeras declaraciones como entrenador del Barcelona. El dardo iba directo a Baía y su capítulo de lloros en público. Lo cierto es que ya se vio desde los inicios que el aplomo elegante del jugador y la sensibilidad que desprendía no encajaban con el aguerrido carácter del entrenador holandés, que se trajo debajo del brazo a un compatriota de confianza, Ruud Hesp, para cubrirse las espaldas. Caprichos del destino o no, durante la primera pretemporada con Van Gaal al mando del equipo, la rodilla de Baía falló por vez primera y le dejó apartado del equipo durante tres meses. La excusa perfecta para que el entrenador pudiera consolidar su nueva apuesta para la portería azulgrana sin tener que dar demasiadas explicaciones.


Pero el destino todavía tenía preparada una nueva oportunidad para Vitor Baía, que a medida que iba recortando los plazos de su recuperación vislumbraba un panorama no menos traumático sentado en el banquillo del Camp Nou. El Barcelona, que venía de saborear las mieles de la victoria en un clásico ante el Madrid, afrontaba el cuarto partido de la fase de grupos de la Champions League con un paupérrimo balance en la primera vuelta (un punto sumado de nueve posibles) y con las lesiones de varios puntales como Luis Enrique, Sonny Anderson o Pep Guardiola. A la lista de ausencias por problemas físicos también se sumó Hesp, indiscutible hasta el momento, ya que debía cumplir partido de sanción. Así que Van Gaal no tuvo otra que alinear al recién recuperado Baía para afrontar la visita del Dinamo de Kiev, entrenado entonces por Valery Lobanovski.

El resumen del devenir del encuentro, retratado por el resultado final, ya lo conocen. Pero todavía hay algunos elementos más a recordar para apuntalar los tintes fatídicos que se vivieron esa noche en el coliseo azulgrana. “En el minuto 25 de la primera parte se me reprodujeron las molestias en mi rodilla izquierda”, confesó el propio Baía días después de la derrota.

Atenazado por la ocasión desperdiciada y por la mirada desafiante de su entrenador desde la banda, y al mismo tiempo que los ucranianos confirmaban la solidez de su fe en dar la campanada a medida que corrían los minutos, el portugués no se atrevió a notificar sobre su dañado estado ni tan siquiera en el descanso. En la segunda parte, los desajustes dolorosos de su maltrecha rodilla aumentarían, y él mismo confesaría más tarde que acabó el partido rezando para que el Dinamo no se aproximara a los alrededores de su portería. Su desfile hacia el túnel de vestuarios al acabar el encuentro fue toda una odisea. Mirada perdida sobre el césped y un andar desgarbado provocado por el resentimiento que acusaba su cuerpo. Pero ni rastro de lágrimas. Después de los agudos reproches recibidos en el pasado, ese día la procesión tenía que ir por dentro.


En Portugal todavía recuerdan a Vitor Baía (retirado desde 2007) como uno de los mejores porteros que ha producido jamás el país en su historia. En su longeva trayectoria en el Porto, club que le vio nacer y despedirse, se hinchó a ganar todos los galardones colectivos posibles y escaló hacia un estatus de leyenda que todavía hoy mantiene. En Barcelona, sin embargo, su legado, más allá de la factura de 900 millones de las antiguas pesetas que dejó su incorporación, siempre se verá manchado por esa fatídica noche europea. Sirve de poco buscar explicaciones a éste u otros fenómenos parecidos. Hay días en los que el fútbol, sencillamente, te gira la espalda.
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