Kim Shin-Wook, El rascacielos de Corea del Sur
De
la misma forma que la Tower Infinity pretende emerger en el horizonte de Corea
del Sur, Kim Shin-Wook lo hace en su fútbol nacional. No es necesario buscarle,
sobresale por encima de compañeros, rivales, técnicos y aficionados. Por mucho
que trate de pasar desapercibido, ni él ni sus goles resultan invisibles. De
ahí que se haya convertido en una de las atracciones para el próximo Mundial de
Brasil.
Le
llaman cariñosamente Wookie, ‘nuestro gigante’. No se parece a Chewbacca pero
por su altura,1’96m, recuerda a los de aquella peculiar raza de ‘La Guerra de las Galaxias’. Más aún en un país donde predominan las complexiones
compactas y la media se establece en el metro setenta. Kim Shin-Wook marca
las diferencias. Su infancia no fue fácil. Era diferente. Un niño con aptitudes
para encajar en un deporte como el baloncesto que solo usaba los pies para
tocar el balón. Con frecuencia le preguntan si no se vio en la tesitura de
probar con la pelota naranja. De hecho, en numerosos medios se ha llegado a afirmar
que es capaz de realizar mates, a lo que él responde de manera tajante: “Nunca
he jugado al baloncesto, lo juro. Ya sé que soy alto, pero eso no significa que
sea un jugador de baloncesto”.
Kim
jugaba para el equipo de fútbol de la Universidad
de Chung-Ang cuando el Ulsan Hyundai decidió
contratarle para la K-League en 2009. Tenía 20 años y no era consciente del futuro que
le esperaba. Siempre se había entrenado para ocupar la posición de defensa
central o centrocampista defensivo. Pero nada más aterrizar en el club su
entrenador le vio la destreza suficiente para adelantarle en el campo. Se había
convertido en el delantero centro del equipo. Le costó adaptarse a su nuevo rol
pero siempre dejaba destellos de que poseía un sexto sentido para buscar el gol.
De hecho, mejora cada año perfilándose
como uno de los delanteros más prometedores del fútbol coreano. Ha sido nombrado jugador estrella de la K-League en
diversas semanas y fue fundamental para que Ulsan Hyundai se proclamase campeón
de la Liga de Campeones asiática en
2012. Sus seis goles anotados en los
trece partidos que disputó fueron el mejor aval para conseguirlo.
Ahora
ve cómo su sueño se hace realidad. Siempre ha proclamado que su único amor es
el fútbol y en su corazón se considera un auténtico futbolista. No siempre fue
así. Los más puristas le cuestionaron. El miedo a lo diferente y desconocido
provoca rechazo. Conforme ha ido madurando ha sabido sacar el máximo
rendimiento a su físico. Su envergadura no solo le lleva a disputar los balones
aéreos con coraje, metiendo codos y asomando la cabeza para robarlos. Es la ley
de la supervivencia. Servir a un equipo excesivamente defensivo que recurre al
juego físico, incluso sucio, le obliga a aprovechar su pasado como defensor
para cubrir las carencias del resto. Se encuentra solo arriba. La mayoría de
los encuentros los disputa como único ariete, capacitado para bajar el balón y
conservarlo para cederlo a un compañero o para finalizar él mismo la jugada.
Los números de Kim Shin-Wook hablan solos. No es de
extrañar que haya despertado el interés de clubes como Everton, QPR o West Brom. Resulta
llamativo que a pesar de que muchos compatriotas hayan recalado en ligas
europeas y asiáticas, la verdadera estrella esté brillando en la liga doméstica.
Además de ser una pieza clave para el Ulsan, ejerce un papel cada vez más importante en su selección. Ante tanto orden, rigor y táctica, Kim introduce el
elemento revolucionario. Importante en el cuerpo a cuerpo e indispensable en
los planes de Hong Myung-Bo desde
que se hiciera cargo del equipo nacional en 2013 para reemplazar a Choi Kang-Hee. Su
objetivo es mejorar la profundidad del ataque coreano.
Su
incursión en la selección le ha llevado a sufrir algunos quebraderos de cabeza.
Sus cerca de dos metros provocan que sus compañeros recurran a él mediante
pases largos, en lugar de generar ocasiones sobre el césped. No solo es bueno
de cabeza. Ha trabajado en los últimos meses para mejorar con los pies y
convertirse en un jugador más completo capaz de ofrecer otros recursos
alternativos al juego aéreo. Él mismo ha reconocido que a su llegada a Ulsan el
técnico les ponía vídeos del Bayern de
Múnich para que se familiarizaran con nuevas estrategias y
perfeccionaran el juego asociativo.
A pesar de recibir premios individuales, como el MVP de la temporada gracias a sus 19 goles (11 con su pie derecho), lo que realmente le hace feliz
es que su equipo gane. “No sé cuánto tiempo voy a estar jugando a este deporte, pero voy
a tratar de no olvidar mis raíces, de dónde vengo. Espero llegar a ser un
jugador que pueda contribuir al desarrollo de la liga y el deporte en su
conjunto”.
Es perfeccionista y no
ha dejado de trabajar hasta lograr el equilibrio en la agresividad de su juego.
En su sexto año como jugador profesional es consciente de que su futuro no está
en sus manos. A pesar de que vive uno de sus mejores años de su carrera, le
penaliza que su reconocimiento se quede en la K-League, a diferencia de otros
compatriotas conocidos a nivel internacional. Debe controlar ese nerviosismo
que le hace pasar desapercibido por su insistencia en querer agradar cuando
sale al campo. En Seúl vivirá su prueba de fuego. Ante Túnez, el
28 de mayo, se exprimirá para convencer a Hong y así tener un hueco en la lista
definitiva.
La combinación de su
altura, complexión atlética y habilidades le convierten en el diamante en bruto
que puede brillar en el Mundial de Brasil. Kim lo
tiene claro: “Mi sueño es anotar un gol en la Copa del
Mundo. Para hacer realidad ese sueño, voy a hacerlo lo mejor posible en cada
partido. Quiero que mi país se sienta orgulloso de mí”.
panenka
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