viernes, 10 de febrero de 2012

La leyenda de un lugar llamado Scunthorpe


Con 24 años ya había pasado por el equipo juvenil de la Real Sociedad, por el Ordizia, por el Beasain y por el Eibar. Se había recorrido Gipuzkoa y había conocido todas las categorías profesionales, excepto la Primera División. Y "nunca" se sintió futbolista. Alex Calvo-García acumuló decepción tras decepción y en 1996, cuando el Eibar le dijo que no contaba con él, sabía que estaba en el momento clave de su carrera. La suya podía haber sido la historia habitual de un futbolista prometedor que no acaba de cuajar y consume sus días como profesional en equipos de Segunda B y Tercera. Pero conoció un lugar llamado Scunthorpe, se convirtió en un mito del modesto equipo de esa localidad inglesa y su historia, lejos de ser una más, fue tan excepcional que ha dado lugar a un recomendable libro, Scunthorpe hasta la muerte, y a un excelente reportaje en Fiebre Maldini, programa de culto para los más futboleros.

La Ley Bosman sacudió el fútbol en 1995. Unos meses después, Alex Calvo-García vio en la televisión un reportaje sobre Roberto Martínez, Isidro Díaz y Jesús Seba, que fueron a un equipo inglés, el Wigan. Llamó a su agente, Iñaki Ibáñez, y le dijo: "Búscame un equipo en el extranjero". " A los pocos días me llamó y me comentó que me había conseguido una prueba en Scunthorpe", donde aterrizó en septiembre de 1996. "No sabía dónde estaba, pero me daba igual ese o cualquier otro sitio. Quería vivir la experiencia".

COMIENZOS DIFÍCILES

Llegó sin saber inglés

Los inicios fueron complicados, incluso frustrantes. Alex no sabía nada de inglés y su primer técnico, Mike Buxton, lo colocaba siempre de delantero. "Tenía 24 años, no había salido nunca de casa y me encontré en un país diferente. Sentí impotencia. Llegué allí como una solución al problema de gol que tenía el equipo, pero yo nunca he sido delantero, sino centrocampista ofensivo", recuerda. Su situación empezó a cambiar avanzada la temporada con el cambio en el banquillo. Llegó Brian Laws. "Era más flexible, quería buscar una solución porque yo era uno de los jugadores más caros del club y apenas jugaba. Le dije que yo no era delantero, se quedó sorprendido pero me probó en otra posición. Me ofreció seguir un año más pensando en recoger los frutos. Salió bien".

A partir de su segundo año en Scunthorpe -una localidad industrial de 70.000 habitantes en el nordeste de Inglaterra-, Alex empezó a paladear el fútbol inglés: "La manera en que viven el fútbol allí es envidiable. En Inglaterra, da igual la categoría, te sientes futbolista. Todo lo que rodea a los clubes te hace sentir futbolista. Están organizados y profesionalizados en todas las categorías y la respuesta de la afición es increíble. Cuando venía a casa, trataba de explicar a mis amigos cómo era, pero no puedes expresarlo con palabras, hay que vivirlo".

Alex fue poco a poco haciéndose hueco en el equipo y en las preferencias de la hinchada. En el "duro" proceso de adaptación tuvo la ayuda de mucha gente: "Hay que tener en cuenta que fue entonces cuando el fútbol inglés empezó a abrir las puertas a los extranjeros, pero la gente me trató de maravilla". Recuerda especialmente a John Costello y su mujer, Viola, que le ofrecieron ayuda de forma desinteresada: "John me daba clases particulares de inglés, y me hablaba de la mentalidad de la gente, del club, la ciudad... les estaré agradecido toda la vida".

El Scunthorpe, anclado desde hacía años en la Third División (cuarta categoría), vivió en 1998-99 la mejor temporada hasta entonces en su historia y se ganó el derecho a pelear por el ascenso. Wembley era el estadio que acogía el partido definitivo, pero antes el Scunthorpe debía eliminar en una eliminatoria a doble partido al Swansea galés. El equipo de Alex perdió en la ida 1-0, pero remontó en Glanford Park. El 1-0 al término de los 90 minutos mandó el duelo a la prórroga, que fue "una locura", recuerda Alex. Su equipo se adelantó, el Swansea empató y todo parecía perdido, pero otro gol metió al Scunthorpe en la final. Calvo-García iba a jugar en Wembley.

LOS DÍAS PREVIOS A LA GRAN FINAL

Una curiosa concentración

Antes de esa cita vivió en sus propias carnes las peculiaridades del fútbol británico. Justo después de eliminar al Swansea, "nos pasamos tres días de borrachera en una concentración. En Inglaterra era normal sacar una caja de cervezas en el autobús cuando acababa el partido. El caso es que faltaba semana y media para la final de Wembley y Laws nos llevó a Dublín, donde nos pasamos todo el día bebiendo. Yo pensaba: A unos días del partido de mi vida y estoy bebiendo pintas de Guinness".

"Yo veía jugar en Wembley como un premio al trabajo, a los momentos de dificultad". Pero Alex no solo jugó, sino que fue el gran protagonista. Mediada la primera mitad, Sheldon centró al pico del área pequeña y Alex peinó el balón al segundo palo. El guardameta del Leyton Orient se estiró, pero no alcanzó el balón que supuso el 1-0 que certificó el ascenso.

EL GOL QUE TODOS RECUERDAN

Pasa a ser la "legenda"

Desde ese momento, Alex pasó de ser un jugador muy querido a ser un mito para la afición, que le apodó legenda (una mezcla entre el término inglés legend y leyenda). "La verdad es que me daba un poco de vergüenza. La gente me paraba por la calle y me daba las gracias". Pero llegó el momento de decir adiós en 2004. El fin de su ciclo en Scunthorpe también supuso su adiós al fútbol: "Quería dejarlo en un buen momento y quedarme con ese recuerdo", relata. Con 32 años, volvió a vivir a Beasain, pero Scunthorpe, donde suele regresar anualmente, no olvida a la legenda.

Deia.com

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